Los callos son uno de los problemas podológicos más comunes. Se trata de un engrosamiento de la piel que aparece como respuesta a una fricción o presión repetida. Aunque en un inicio pueden parecer solo una molestia estética, lo cierto es que generan dolor al caminar, dificultan el uso de calzado y, en casos más graves, pueden afectar a la postura y la movilidad.
Acudir a un podólogo es fundamental para un diagnóstico preciso y para aplicar la mejor técnica de eliminación de callos. Los remedios caseros, como limas o cuchillas domésticas, suelen ser ineficaces y hasta peligrosos, ya que pueden producir heridas e infecciones.
Los callos se forman como un mecanismo de defensa del cuerpo. Cuando una zona del pie soporta más presión de la habitual, la piel responde engrosándose para proteger el tejido subyacente. Entre las causas más habituales se encuentran:
Uso de calzado inadecuado, demasiado estrecho o con tacón alto.
Alteraciones en la pisada que generan sobrecargas.
Deformidades como juanetes o dedos en garra.
Actividades que implican presión constante en el pie, como correr largas distancias o permanecer muchas horas de pie.
Edad avanzada, ya que la piel pierde elasticidad y grasa protectora.
Dolor localizado al caminar o presionar la zona.
Endurecimiento evidente de la piel.
Inflamación o enrojecimiento alrededor del callo.
Formación de fisuras o grietas dolorosas.
Ante cualquiera de estos síntomas, lo recomendable es acudir al podólogo para una eliminación de callos segura y eficaz.
El podólogo cuenta con técnicas especializadas para tratar este problema de manera rápida, indolora y efectiva:
Se trata del método más habitual en consulta. El profesional retira el exceso de piel engrosada con precisión, sin dañar el tejido sano. El alivio es inmediato y permite al paciente caminar sin dolor desde la primera sesión.
Complementa la deslaminación, puliendo la zona para dejarla más uniforme y evitar nuevas fricciones.
En casos de callos recurrentes, el podólogo puede recomendar el uso de plantillas hechas a medida para redistribuir las presiones y corregir la pisada.
Ideales para proteger zonas de fricción entre los dedos o en prominencias óseas, evitando que el callo vuelva a aparecer.
Después de la eliminación de callos, el podólogo ofrece recomendaciones para mantener la piel en buen estado y prevenir recurrencias:
Hidratar los pies diariamente con cremas específicas.
Usar calzado cómodo, ancho y transpirable.
Evitar los zapatos de tacón alto o muy estrechos.
Realizar controles periódicos en consulta si se sufren deformidades o alteraciones en la pisada.
No intentar nunca cortar o raspar los callos en casa.
Estos cuidados son esenciales para prolongar los resultados del tratamiento y mejorar el bienestar a largo plazo.
En personas con diabetes, problemas de circulación o neuropatías, los callos pueden ser especialmente peligrosos. Una simple fisura puede convertirse en una puerta de entrada para infecciones graves. Por eso, la revisión podológica regular es vital para estos pacientes, ya que el control precoz evita complicaciones serias como úlceras o infecciones profundas.
Los callos no deben considerarse un problema menor. Aunque son frecuentes, su origen está en un mal reparto de presiones o en el uso de calzado inadecuado, por lo que requieren atención profesional. La eliminación de callos realizada por un podólogo no solo ofrece un alivio inmediato, sino que también permite identificar la causa y prevenir su reaparición.
Si vives en Valladolid y sufres de callos recurrentes o dolor al caminar, acudir a un especialista es la mejor decisión para recuperar la comodidad y cuidar la salud de tus pies.
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