Cuidar la salud de los pies es clave para moverse sin dolor, rendir mejor en el día a día y evitar lesiones que acaban afectando a tobillos, rodillas, caderas e incluso a la espalda. En consulta, una de las herramientas más precisas para evaluar el origen de muchas molestias es la valoración de la marcha y de la pisada realizada con tecnología específica. Este análisis permite entender cómo se distribuyen las cargas, si existe sobrepronación o supinación, si hay asimetrías entre ambos pies o si el calzado que utilizas está favoreciendo puntos de presión que, con el tiempo, se traducen en dolor.
Lejos de ser una simple observación, la evaluación moderna integra mediciones objetivas: plataformas de presiones que registran en tiempo real la fuerza de apoyo, cámaras de alta velocidad que capturan la zancada en diferentes planos y software que modeliza el movimiento para detectar patrones anómalos. Con estos datos, la podóloga puede proponer intervenciones personalizadas: desde plantillas funcionales adaptadas a tu pie, hasta ejercicios de fortalecimiento, estiramientos, cambios de calzado o pautas de higiene y cuidado que reducen recaídas.
Se trata de una exploración clínica y instrumental que evalúa cómo caminas, corres o te mantienes de pie. Primero, se revisa el historial del paciente (dolores, deportes, horario laboral, tipo de calzado, lesiones previas). Después, se realiza una inspección en camilla para valorar rango articular, movilidad del tobillo, alineación del retropié y antepié, función del primer radio y tono muscular. A continuación, se pasa a la parte instrumental: baropodometría estática y dinámica (reparto de cargas y evolución durante la marcha), grabación en cinta o pasillo para valorar la técnica y, cuando está indicado, pruebas complementarias como test de estabilidad o equilibrio.
El objetivo es detectar qué factores están detrás del dolor o del rendimiento limitado: por ejemplo, un patrón de sobrecarga en la fascia plantar, un exceso de rotación tibial asociado a la pisada, diferencias significativas entre ambos miembros, o una zancada que aumenta el impacto en cada apoyo. Con un diagnóstico preciso es más fácil proponer un plan de tratamiento realista y monitorizable.
Prevención y reducción del dolor. Identificar la causa mecánica del problema permite intervenir antes de que la lesión se cronifique: fascitis plantar, tendinopatías aquileas, metatarsalgias, esguinces de repetición o dolor anterior de rodilla suelen tener componentes de carga y técnica que pueden modificarse.
Tratamientos personalizados. Las plantillas personalizadas —hechas a medida según tus datos— redistribuyen presiones, mejoran la alineación y reducen compensaciones. Se complementan con ejercicios (propiocepción, fuerza y movilidad) y recomendaciones de calzado según tu morfología y actividad.
Mejora del rendimiento. Corregir pequeños desajustes en la técnica de carrera o en la cadencia puede traducirse en menos fatiga, apoyos más eficientes y menor riesgo de sobrecarga, algo clave en corredores, senderistas o profesionales que pasan muchas horas de pie.
Seguimiento objetivo. Repetir las mediciones tras unas semanas permite comprobar si el tratamiento funciona: si han bajado los picos de presión, si la trayectoria de la rodilla es más estable o si la simetría entre ambos pies ha mejorado.
Si notas dolor recurrente en talón, arco, metatarsos o tendón de Aquiles.
Si has tenido esguinces, fascitis plantar o molestias que vuelven al retomar la actividad.
Si corres, caminas largas distancias o practicas deportes de impacto y quieres optimizar la técnica.
En etapas de crecimiento, para detectar a tiempo alteraciones de la pisada.
En personas mayores, para reforzar estabilidad y prevenir caídas.
Si utilizas plantillas y deseas comprobar su efecto real y ajustar el tratamiento.
Historia clínica y exploración física. Revisión de antecedentes, actividad, calzado y análisis articular y muscular.
Baropodometría estática y dinámica. Registro del reparto de cargas en quietud y durante la marcha para identificar picos de presión y asimetrías.
Análisis de la marcha y la carrera en vídeo. Observación en plano frontal y sagital para evaluar estabilidad, longitud de zancada, entrada del pie, rotaciones y cadenas musculares implicadas.
Pruebas funcionales. Test de equilibrio, fuerza del pie intrínseco y movilidad del tobillo, fundamentales para prevenir recaídas.
Informe y plan de tratamiento. Conclusiones claras y propuestas: plantillas funcionales si son necesarias, ejercicios específicos y recomendaciones de calzado.
El abordaje no suele depender de una única medida. La intervención más eficaz combina educación (qué gestos evitar, cómo progresar la carga), ejercicios (fortalecer músculos del pie y mejorar la propiocepción), ajustes de técnica (cadencia y apoyo) y, cuando procede, plantillas a medida. La clave es medir, intervenir y volver a medir. Así se garantiza que el soporte plantar realmente redistribuye cargas, que la musculatura se adapta y que el dolor remite. Además, revisar el estado del calzado —amortiguación, estabilidad lateral, drop— es esencial para evitar que un zapato inadecuado anule los avances.
Acude con tu calzado habitual (trabajo, deporte y ocio) para que la valoración sea representativa.
No cambies rutinas los días previos; el objetivo es analizar tu patrón real.
Sigue el plan que te indique la podóloga y pregunta cualquier duda: la adherencia es determinante.
Programa una revisión para monitorizar resultados y ajustar el tratamiento si es necesario.
Una valoración biomecánica bien realizada aporta datos objetivos para entender por qué aparece el dolor y cómo evitar que vuelva. Gracias a un diagnóstico preciso y un plan personalizado —que puede incluir plantillas, ejercicios y cambios en el calzado—, es posible moverse mejor, con menos molestias y con más seguridad tanto en el deporte como en la vida diaria. Si vives en Valladolid y quieres prevenir lesiones, rendir más y cuidar tus pies con criterios clínicos, una consulta especializada es el mejor primer paso.
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